domingo, 20 de enero de 2013

Fidelio (Teatro Avenida, Buenos Aires, 2010)

Opera en dos actos -Música de Ludwig van Beethoven - Libreto de J. Sonnleithner y F. Treitschke

 ©Liliana Morsia
Dirección musical: Guillermo Brizzio
Puesta en escena: Rita De Letteriis
Diseño de escenografía y vestuario: Daniela Taiana
Diseño de Iluminación: Alejandro Le Roux
Dirección del coro: Juan Casasbellas
Asistente de régie: Mercedes Marmorek
Asistentes de escenografía y vestuario: Cecilia Stanovnik/Leticia Ragozzino

©Liliana Morsia
Don Fernando, ministro: Leonardo Estévez
Don Pizarro, director de una prisión estatal: Homero Pérez-Miranda
Florestan, prisionero: Enrique Folger
Leonore, su mujer, bajo el nombre de Fidelio: Carla Filipcic Holm
Rocco, carcelero: Hernán Iturralde
Marzelline, su hija: Ana Laura Menéndez
Jaquino, ayudante de Rocco: Gustavo De Gennaro

©Liliana Morsia

 Acto I
Patio de la prisión.
Jaquino, ayudante de Rocco y portero de la cárcel, corteja a Marzelline, la hija de su jefe. Ella no tiene interés en él porque se enamoró de Fidelio, a quien Rocco ve con buenos ojos como futuro yerno; Fidelio no es otra que Leonore vestida de varón, que se ha empleado en la prisión para buscar a Florestan, su marido. Este es un perseguido político que fue encarcelado ilegalmente, y de quien ella tiene la certeza de que está encerrado en alguna mazmorra
 
 ©Liliana Morsia

Se suman Rocco y Fidelio. Luego de manifestar cada cual por separado sus esperanzas y angustias, Rocco dedica unas materialistas palabras a la importancia del dinero. Leonore (así le llamaremos de aquí en adelante) le pregunta a Rocco sobre ese hombre que está prisionero en alguna parte y lejos de los demás reclusos, y le pide acompañarlo cuando le toque ir a verlo. Tiene la ilusión de que ese detenido, al que se le niega hasta el alimento, sea su marido. Rocco le pedirá permiso a Don Pizarro para que Leonore lo acompañe a visitar al prisionero. Ella, cuando se queda a solas, invoca a la Providencia.

©Liliana Morsia

©Liliana Morsia


Llega Don Pizarro, acompañado por un séquito de soldados, y da a conocer un documento en el que se anuncia la visita de un enviado del rey que inspeccionará la prisión, para comprobar si es cierto que allí hay hombres que fueron detenidos de manera ilegal. Antes de que sea tarde decide el asesinato de Florestan, su desgraciado enemigo político. Como Rocco se niega a ser cómplice, Don Pizarro decide llevar a cabo él mismo el crimen luego de que algún empleado de la cárcel haya cavado la fosa para el cadáver. Leonore escucha la conversación y aunque no sabe si se trata de su marido, se desespera

©Liliana Morsia

 ©Liliana Morsia
 
Don Pizarro se retira. Le pide a Rocco que abra las celdas para que los presos puedan salir al patio. El carcelero accede. Florestan no está entre los emocionados presos encandilados por la luz del día, a la que no ven desde hace mucho. Regresa Don Pizarro. Accede al pedido de que Leonore acompañe a Rocco a ver al prisionero, pero se enfurece
al ver a los reclusos en el lugar. Rocco aplaca los ánimos y hace mención de la llegada de la primavera y del cumpleaños del rey.

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 Acto II

Cuadro I. Calabozo en un subterráneo.
Encadenado en medio de la oscuridad, Florestan se lamenta de su desventura e invoca a Dios. Reivindica sus ideas políticas, su denuncia de los abusos de poder de Don Pizarro, y en medio de su estado de delirio cree ver a su amada Leonore. Ella desciende a la mazmorra junto a Rocco. Ambos llevan picos y palas, comienzan a cavar la fosa y mientras tanto le dan de comer al prisionero. La mujer comprueba que es Florestan, aunque él no la reconoce. Entra Don Pizarro dispuesto a matar a su enemigo político. Leonore se interpone y revela su identidad. Luego de un forcejeo saca una pistola y apunta al tirano, cuando se escucha una trompeta que anuncia la llegada del ministro enviado por el rey. Sale Don Pizarro, seguido por Rocco, y los esposos celebran su reencuentro y la liberación.

©Liliana Morsia
Cuadro II. Patio de armas.
El pueblo y los prisioneros recién liberados cantan su júbilo. El ministro Don Fernando se alegra por reencontrar con vida a su amigo Florestan y ordena el encarcelamiento de Don Pizarro. Le pide a Leonore que sea ella quien le quite las cadenas a su marido. Finalmente, ante la consternación de Marzelline –que ha descubierto la verdadera identidad de Fidelio–, todos cantan al amor conyugal y a la libertad.

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