Mostrando entradas con la etiqueta Opera/2010. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Opera/2010. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de enero de 2013

Aura (Sala Casacuberta, Teatro General San Martín, 2010)

 ©Ernesto Donegana


Ópera para cantantes solistas y ensamble instrumental del compositor español José maría Sánchez Verdú, a partir del relato Aura, de Carlos Fuentes. En él, el autor desarrolla y plasma un ambiente sombrío y psicológicamente denso en el interior de una extraña casa con varias inquietantes habitaciones y pasillos. La oscuridad envuelve el interior. Los tres personajes se dirigen hacia un final que es al mismo tiempo un principio, o tal vez, un eterno retorno. Una muy vieja señora (Consuelo) y su sobrina (Aura) comparten algunos días con el joven Felipe Montero, que debe cumplir con el trabajo de ordenar y redactar las memorias dejadas por el difunto marido de la señora (el general Llorente). Felipe acaba enamorándose de Aura a la vez que es testigo de la relación entre ella y Consuelo. Los hechos y el tiempo se precipitan en círculos concéntricos, creando una espiral que se va acelerando en el camino hacia el final del relato. De hecho, la joven y hermosa Aura es, al final la misma vieja, la señora Consuelo. Felipe va siendo consciente de este hecho poco a poco. Al final del relato se percibe además, no sin horror que el mismo Felipe fue/es y será siempre el mismo general Llorente.

©Ernesto Donegana

Esta es la trama de un relato basado en espejos, ecos, sombras y un juego muy poético y también terrorífico con la idea de aura, cercana al concepto de Walter Benjamin. ¿Qué es verdad, qué es mero espejo? ¿Cuál es el original, cuál es la copia? La riqueza psicológica, el ambiente de soledad, oscuridad y tensión entre los personajes, a la vez que una pasión ciega y una duda cada vez más abrazadora, son los elementos de esta plasmación de un erotismo fantástico y fúnebre que desemboca imperceptiblemente en el horror.

 ©Ernesto Donegana

Por su parte, el montaje escénico recrea los tres ámbitos oprobiosos, sobrecargados y asfixiantes en donde moran los personajes de la obra, asignándole a cada uno una particularidad determinada por su color y contenido objetual. En esos espacios, todo es velado pero al mismo tiempo develado por la ominosa presencia del Conejo de Alicia en el país de las Maravillas, que cual hábil ajedrecista va organizando el devenir de los sucesos hacia un lugar irremediable en donde el camino hacia la madriguera pareciera no tener salida.

 ©Ernesto Donegana
Composición, libreto y dirección musical: José María Sánchez Verdú  
Régie: Emilio García Wehbi

 ©Ernesto Donegana
Intérpretes
Eugenia Fuente, soprano
Virginia Correa Dupuy, mezzosoprano
Andreas Fischer, bajo
Esteban Manzano, voz
Javier Lezcano, voz
Horacio Marassi, actuación

 ©Ernesto Donegana
Escenografía: Norberto Laino
Iluminación: Alejandro Le Roux
Vestuario: Mirta Liñeiro 
Edición de video: Marcelo Martínez
Asistente de régie: Julieta Potenze

Coordinación de Producción: Luciana Milione


  ©Ernesto Donegana

El (a)parecido (CETC, Teatro Colón, Buenos Aires, 2010)

 
 ©Mariano Rapetti
 Actores: Blas Arrese Igor, Román Lamas, Horacio Marassi, Julieta Vallina
Cantantes: Cecilia Pastorino, Johanna Pizani, Juan Francisco Ramírez

©Mariano Rapetti
Escenógrafía: Norberto Laino
Iluminación: Alejandro Le Roux
Vestuario: Mirta Liñeiro
Libreto y dirección escénica: Emilio García Wehbi
Composición y dirección musical: Marcelo Delgado

 ©Mariano Rapetti

Asistencia de vestuario: María Fridman
Asistencia de iluminación: Luciana Giacobbe
Ayudantía de dirección y coordinación de intérpretes invitados: Paula Baró
Asistencia de dirección musical: Valentín Pelisch
Asistencia de dirección escénica: Julieta Potenze





©Mariano Rapetti

Sobre el libreto y la escenificación de El (A)parecido
Si construyéramos una deconstrucción del libreto y de la escenificación de El (A)parecido podríamos encontrar rápido y groseramente personajes salidos de América de Kafka o del circo de P. T. Barnum, listas a lo Sei Shônagon en su Libro de la Almohada, citas de Shakespeare y Rilke, referencias a A Través del Espejo de Lewis Carroll y a La Flauta Mágica de Mozart, a Emilio Salgari, Julio Verne, y a la enciclopedia Lo sé Todo, escenas de películas de los Hermanos Marx, fotos de personas y criaturas bizarras del siglo XIX, vestuarios más parecidos a disfraces infantiles que a vestimentas teatrales, transcripciones textuales de fragmentos de Ágape se Apaga, de William Gaddis, reescrituras básicas de los conceptos de originalidad y reproducción desarrollados por Walter Benjamin, reflexiones acerca de la tecnología y el capitalismo, etc.

©Mariano Rapetti

A simple vista nos encontraríamos con un entramado desorganizado de ideas y formatos que parecieran no estar emparentados, pero en un escrutinio más profundo podríamos advertir que hay un tema que colorea –o mejor dicho sombrea- de manera uniforme a todos esos materiales.
El tema es
la memoria, pero la memoria como hecho subjetivo; la memoria como la recuperación de nuestra propia identidad y de su relación con el mundo; una memoria de infancia que parece a priori apolítica pero que es, en realidad, profunda y verdaderamente política; una memoria que nos enseña que el acto de recordar es un acto volitivo pero también casual, caprichoso, selectivo e inesperado. Y leyendo aún más entre líneas, veríamos que esa sombra es proyectada por la escritura y la imagen de un gran poeta del cine, gema más o menos oculta, amante de los gatos y los enigmas: Chris Marker. De los scripts y conceptos de sus películas Sans Soleil y La Jetée, este (A)parecido le es absolutamente subsidiario, y a este creador le están dedicados el libreto y el montaje escénico de este espectáculo.

Emilio García Wehbi

©Mariano Rapetti

domingo, 20 de enero de 2013

Falstaff (Teatro Avenida, Buenos Aires, 2010)

Comedia lírica en tres actos - Música de Giuseppe Verdi - Libreto de Arrigo Boito

 ©Liliana Morsia

Dirección musical: Javier Logioia Orbe
Puesta en escena: Fabian von Matt
Diseño de escenografía y vestuario: Daniela Taiana
Diseño de iluminación: Alejandro Le Roux
Dirección del coro: Juan Casasbellas
Asistente de régie: Ximena Belgrano Rawson
Asistente de escenografía y vestuario: Leticia Ragozzino

 ©Liliana Morsia

Sir John Falstaff: Luis Gaeta
Fenton, joven caballero: Carlos Ullán
Ford, rico burgués, marido de Alice: Leonardo Estévez
Dr. Cajus: Osvaldo Peroni
Bardolfo, secuaz de Falstaff: Gustavo De Gennaro
Pistola, secuaz de Falstaff: Walter Schwarz
Mrs. Alice Ford: Vanesa Tomas
Nannetta, hija de Alice: Gabriela Ceaglio
Mrs. Meg Page: Cecilia Jakubowicz
Mrs. Quickly: Elisabeth Canis

Acto I

Escena I - Hostería de la jarretera
En compañía de sus secuaces Bardolfo y Pistola, Sir John Falstaff termina dos cartas cuando lo sorprende el Dr. Cajus. No presta atención al exaltado hombre, que le presenta reclamos por haberlo convertido en objeto de algunas de sus acciones deshonestas. El desairado Cajus se retira entre las burlas de Bardolfo y Pistola, quienes mofándose de su beatería le cantan una antífona. Falstaff los reprende: si quieren robar –tanto en la vida como en el canto– deben hacerlo con elegancia y a tiempo. Como su situación económica es muy precaria, el obeso y anciano caballero tiene un plan: en Windsor hay un rico burgués llamado Ford, cuya esposa Alice quedó embelesada al verlo pasar por su casa. Pero lo más importante es que la bella mujer posee la llave del cofre del dinero de su marido. Y Margherita Page, a quien le dicen Meg, también “sucumbió” ante sus maduros y viriles encantos; y también posee la llave de las arcas de su esposo. Falstaff entrega a sus cómplices sendas cartas para las damas, cuyas virtudes serán puestas a prueba. Los bribones se niegan argumentando razones de “honor”. Su amo manda las cartas por el paje Robin y les da un sermón sobre el honor: ¿no hay que dejarlo de lado si la acción lo requiere? ¿Cómo se atreven a hablar de honor? ¿Qué es el honor? ¿Sirve para llenar la panza, arreglar un hueso o un dedo? Por supuesto que no. ¿Qué es entonces sino una palabra, aire que vuela? Finalmente los echa a escobazos.

©Liliana Morsia

Escena II - Una calle, ante la casa de los Ford
Alice y Meg tienen ansias de compartir con Nannetta (la hija de Alice) y con Mrs. Quickly (una alcahueta) las cartas que les ha enviado Falstaff. Cuando comienzan a leer comprueban que, salvo en los nombres de las destinatarias, ambas son idénticas. Se ríen de las pretensiones amorosas del viejo y deciden darle un escarmiento.
Llegan Bardolfo y Pistola, acompañados por Cajus y Ford. Les cuentan el plan de su ex patrón. Aparece Fenton, el enamorado de Nannetta. Ford, inquieto, pide más claridad, mientras su hija comienza a flirtear con el joven a sus espaldas. Por su lado, las mujeres deciden que Quickly le llevará una carta de Alice a Falstaff, en la que le propondrá una cita en su casa. Comienza la venganza por la osadía del viejo. Por su lado, Ford se le presentará con un nombre falso (“señor Fontana”) para averiguar en qué estado están sus maquinaciones. La escena culmina con las risas burlonas de las mujeres.
 
©Liliana Morsia

 Acto II

Escena I - Hostería de la jarretera
Ahora al servicio de Ford, Bardolfo y Pistola fingen arrepentimiento ante Falstaff. Una dama quiere ver a Sir John: es Mrs. Quickly, quien le revela que Alice está “perdidamente enamorada” de él y le trae un mensaje: el marido, un hombre celoso, se ausenta de su casa de las dos a las tres; el obeso caballero arde de entusiasmo. Pero hay otro mensaje para Falstaff: Meg también sucumbió a sus encantos pero el marido jamás sale de casa. Por último, Quickly le comenta que ninguna de las dos mujeres sabe de la pasión de la otra, detalle que le importa por su propósito de doble seducción.
Llega el señor Fontana (Ford). Le confiesa a Falstaff que está perdidamente enamorado de Alice, a quien no logra seducir. Pero si la dama dejara de ser virtuosa habrá esperanza. Para concretar su plan secreto (poner a prueba la virtud de Alice), el torturado y celoso marido le promete a Falstaff su patrimonio, si logra seducir a la mujer: esto sucederá entre las dos y las tres. Sir John sale para acicalarse y deja solo al marido, presa de los celos, hasta que regresa y ambos abandonan el lugar entre zalamerías, la furia contenida de uno y las carcajadas del otro.

©Liliana Morsia
Escena II - Salón en la casa de los Ford
Quickly les cuenta a las comadres de su entrevista con Falstaff. El seductor está por llegar, ya es la hora. Nannetta se ve preocupada: su padre no acepta a Fenton y quiere que se case con el viejo y ridículo Cajus. Llega Falstaff y encuentra a Alice sentada ante su mesa, tocando el laúd. Comienza a seducir a la mujer y recuerda cuando de joven era paje del Duque de Norfolk, tiempos en los que fue tan bello y esbelto. Se escuchan los gritos de Quickly: Meg se avecina. Falstaff se esconde detrás de un biombo. La comadre le anuncia a su amiga que Ford se enteró de todo y clama venganza… Pero esto es verdad, no es una estratagema de las mujeres: Ford sabe, se acerca y su furia es real. El marido, acompañado por Cajus, Bardolfo y Pistola, busca por todos lados y vacía un gran canasto de mimbre, para ver si el seductor se ocultó allí adentro. Abandona el salón para continuar con su búsqueda y las mujeres aprovechan y ocultan a Falstaff en el interior del canasto, sepultándolo con ropa sucia. Detrás del biombo se ocultan Nannetta y Fenton. Regresa Ford y al oír rumores, quita el biombo y pone al descubierto a la pareja. Alice llama a sus sirvientes y les ordena vaciar el contenido del canasto en el Tamésis… En compañía de la ropa sucia, Falstaff termina en el agua.

©Liliana Morsia
 Acto III

Escena I - Hostería de la jarretera
Golpeado y húmedo, Falstaff medita sobre su desventura. Pide un vaso de vino caliente y maldice al mundo, ladrón y mezquino, y a la falta de virtud. Dice que cuando él muera, desaparecerá la verdadera virtud del mundo. Su humor mejora con los tragos. Llega Quickly, con nuevos planes para el viejo seductor. Le cuenta que Alice lo ama y que planea una nueva cita. Deberá ir al parque a la media noche y disfrazado de “cazador negro”, hasta la encina de Herne, donde según la tradición tienen lugar los aquelarres. Al sonar las doce campanadas, aprovechando la reunión de los espíritus y otros seres sobrenaturales, Falstaff tendrá su encuentro amoroso con Alice.
Paralelamente, Ford reconoce lo exagerado de sus celos y Alice prepara la “mascarada” para la medianoche: Nannetta será la reina de las hadas, Meg la ninfa verde del bosque y Quickly una bruja. También llevará niños en hábitos de duendes, diablos y demás criaturas, para darle su merecido a Falstaff. Y Ford diseña su plan: aprovechando la confusión, casará a Nannetta con Cajus; Quickly lo descubre e impedirá su estratagema.

©Liliana Morsia
Escena II - Hacia la medianoche en el parque, junto a la encina de Herne
Mientras Fenton expresa su amor por Nannetta, las comadres y Quickly planean su estrategia para frustrar el plan de Ford y Cajus. Se ocultan y aparece Falstaff, disfrazado de cazador negro y temeroso por las horrendas leyendas de espíritus que circulan con relación al lugar.
Alice se hace ver y le sigue el juego de seducción a Sir John, evitando a la vez que la tome entre sus brazos. Meg finge que ha comenzado el aquelarre y pide socorro. Nannetta aparece vestida de hada y Falstaff se tira al suelo y oculta su rostro: según dicen, quien mira a las hadas muere. Llegan Ford, Cajus, Bardolfo y Pistola, y todos, haciéndose pasar por un cortejo espectral, se tiran encima del viejo pellizcándolo, pateándolo y exigiéndole arrepentimiento. En realidad, Falstaff descubrió todo pero les sigue el juego. Ford y las mujeres festejan su victoria y cuando se dan a conocer, Falstaff les aclara que en realidad, si pudieron ser tan astutos con él, es porque su propia astucia se los permitió. Por último, se celebrará una doble boda con la llegada de una nueva e inesperada pareja. Como las comadres manipularon los disfraces con habilidad, Ford termina casando a Cajus con Bardolfo y a Fenton con Nannetta… Y Falstaff festeja su triunfo: ¿quién ha sido burlado? Todos se señalan acusadoramente pero Alice reúne a Falstaff, Cajus y Ford: los tres han sido engañados. El marido bendice la unión de su hija con Fenton e invita a todos a cenar a su casa. Por último Falstaff aclara que todo en el mundo es burla, que el hombre es un burlón nato y que quien ríe mejor es el que suelta la carcajada final.

Fidelio (Teatro Avenida, Buenos Aires, 2010)

Opera en dos actos -Música de Ludwig van Beethoven - Libreto de J. Sonnleithner y F. Treitschke

 ©Liliana Morsia
Dirección musical: Guillermo Brizzio
Puesta en escena: Rita De Letteriis
Diseño de escenografía y vestuario: Daniela Taiana
Diseño de Iluminación: Alejandro Le Roux
Dirección del coro: Juan Casasbellas
Asistente de régie: Mercedes Marmorek
Asistentes de escenografía y vestuario: Cecilia Stanovnik/Leticia Ragozzino

©Liliana Morsia
Don Fernando, ministro: Leonardo Estévez
Don Pizarro, director de una prisión estatal: Homero Pérez-Miranda
Florestan, prisionero: Enrique Folger
Leonore, su mujer, bajo el nombre de Fidelio: Carla Filipcic Holm
Rocco, carcelero: Hernán Iturralde
Marzelline, su hija: Ana Laura Menéndez
Jaquino, ayudante de Rocco: Gustavo De Gennaro

©Liliana Morsia

 Acto I
Patio de la prisión.
Jaquino, ayudante de Rocco y portero de la cárcel, corteja a Marzelline, la hija de su jefe. Ella no tiene interés en él porque se enamoró de Fidelio, a quien Rocco ve con buenos ojos como futuro yerno; Fidelio no es otra que Leonore vestida de varón, que se ha empleado en la prisión para buscar a Florestan, su marido. Este es un perseguido político que fue encarcelado ilegalmente, y de quien ella tiene la certeza de que está encerrado en alguna mazmorra
 
 ©Liliana Morsia

Se suman Rocco y Fidelio. Luego de manifestar cada cual por separado sus esperanzas y angustias, Rocco dedica unas materialistas palabras a la importancia del dinero. Leonore (así le llamaremos de aquí en adelante) le pregunta a Rocco sobre ese hombre que está prisionero en alguna parte y lejos de los demás reclusos, y le pide acompañarlo cuando le toque ir a verlo. Tiene la ilusión de que ese detenido, al que se le niega hasta el alimento, sea su marido. Rocco le pedirá permiso a Don Pizarro para que Leonore lo acompañe a visitar al prisionero. Ella, cuando se queda a solas, invoca a la Providencia.

©Liliana Morsia

©Liliana Morsia


Llega Don Pizarro, acompañado por un séquito de soldados, y da a conocer un documento en el que se anuncia la visita de un enviado del rey que inspeccionará la prisión, para comprobar si es cierto que allí hay hombres que fueron detenidos de manera ilegal. Antes de que sea tarde decide el asesinato de Florestan, su desgraciado enemigo político. Como Rocco se niega a ser cómplice, Don Pizarro decide llevar a cabo él mismo el crimen luego de que algún empleado de la cárcel haya cavado la fosa para el cadáver. Leonore escucha la conversación y aunque no sabe si se trata de su marido, se desespera

©Liliana Morsia

 ©Liliana Morsia
 
Don Pizarro se retira. Le pide a Rocco que abra las celdas para que los presos puedan salir al patio. El carcelero accede. Florestan no está entre los emocionados presos encandilados por la luz del día, a la que no ven desde hace mucho. Regresa Don Pizarro. Accede al pedido de que Leonore acompañe a Rocco a ver al prisionero, pero se enfurece
al ver a los reclusos en el lugar. Rocco aplaca los ánimos y hace mención de la llegada de la primavera y del cumpleaños del rey.

©Liliana Morsia

©Liliana Morsia
 Acto II

Cuadro I. Calabozo en un subterráneo.
Encadenado en medio de la oscuridad, Florestan se lamenta de su desventura e invoca a Dios. Reivindica sus ideas políticas, su denuncia de los abusos de poder de Don Pizarro, y en medio de su estado de delirio cree ver a su amada Leonore. Ella desciende a la mazmorra junto a Rocco. Ambos llevan picos y palas, comienzan a cavar la fosa y mientras tanto le dan de comer al prisionero. La mujer comprueba que es Florestan, aunque él no la reconoce. Entra Don Pizarro dispuesto a matar a su enemigo político. Leonore se interpone y revela su identidad. Luego de un forcejeo saca una pistola y apunta al tirano, cuando se escucha una trompeta que anuncia la llegada del ministro enviado por el rey. Sale Don Pizarro, seguido por Rocco, y los esposos celebran su reencuentro y la liberación.

©Liliana Morsia
Cuadro II. Patio de armas.
El pueblo y los prisioneros recién liberados cantan su júbilo. El ministro Don Fernando se alegra por reencontrar con vida a su amigo Florestan y ordena el encarcelamiento de Don Pizarro. Le pide a Leonore que sea ella quien le quite las cadenas a su marido. Finalmente, ante la consternación de Marzelline –que ha descubierto la verdadera identidad de Fidelio–, todos cantan al amor conyugal y a la libertad.

©Liliana Morsia